poema 63

Novembro 16, 2009

 

(Time and Eternity”)

Haz amplia esta cama,
haz esta cama con prudencia;
espera en ella el postrer juicio,
sereno y excelente.

Que sea recto su colchón
y redonda sea su almohada,
que ningún rayo dorado de sol
llegue jamás, a perturbarla.

Versión de L.S.

emily dickinson

“Azul”

Novembro 16, 2009

Amo y esclavo
acuerdan complejos mecanismos de excitación
y reordenan personalidades fraudulentas.
Gritan y sus gritos son de dolor,
aunque nada parecido al dolor exista
en el fondo de sus bocas.
El dolor pactado,
el dolor que engendra las cárceles,
el dolor que rompe la herencia de las circunstancias,
el dolor que borra las caricias maternas,
los preceptos del uso recto y mimético,
ese dolor es una espiral que desgarra la carne
como un sacacorchos
y derriba espacios íntimos
que nadie pisó nunca y nunca intuyó.
Tú no eres tú y lo sabes.

Antón Lopo

felices los normales

Novembro 16, 2009

Felices los normales
Felices los normales, esos seres extraños,
Los que no tuvieron una madre loca, un padre borracho, un hijo delincuente,
Una casa en ninguna parte, una enfermedad desconocida,
Los que no han sido calcinados por un amor devorante,
Los que vivieron los diecisiete rostros de la sonrisa y un poco más,
Los llenos de zapatos, los arcángeles con sombreros,
Los satisfechos, los gordos, los lindos,
Los rintintín y sus secuaces, los que cómo no, por aquí,
Los que ganan, los que son queridos hasta la empuñadura,
Los flautistas acompañados por ratones,
Los vendedores y sus compradores,
Los caballeros ligeramente sobrehumanos,
Los hombres vestidos de truenos y las mujeres de relámpagos,
Los delicados, los sensatos, los finos,
Los amables, los dulces, los comestibles y los bebestibles.
Felices las aves, el estiércol, las piedras.
              
Pero que den paso a los que hacen los mundos y los sueños,
Las ilusiones, las sinfonías, las palabras que nos desbaratan
Y nos construyen, los más locos que sus madres, los más borrachos
Que sus padres y más delincuentes que sus hijos
Y más devorados por amores calcinantes.
Que les dejen su sitio en el infierno, y basta

Roberto Fernandez Retamar